En muchas ocasiones me trasladan la idea de que el videolearning es una de las mejores fórmulas de aprendizaje online. De hecho, son muchas las organizaciones de desarrollo de productos e-learning que han enfocado su metodología en la grabación de videos streaming en los que grandes profesionales explican de viva voz los conceptos a aprender.
El uso del video entre la población está experimentando un gran auge apoyado por unas cifras, según las cuales más del 55% del tráfico en internet corresponde al video, con una previsión global de 1.500 millones usuarios de video online para este año. Esta tendencia no ha pasado desapercibida para muchos creadores de productos de e-learning, que han centrado su producción en el desarrollo de productos compuestos por diversos módulos de video, a modo de documentales y, en general, de buena calidad audiovisual, en los que se van presentando los contenidos objeto del curso.
No obstante, como es sabido, el video es un medio pasivo que, habitualmente, no dispone de herramientas para incentivar que la atención del usuario perdure durante toda la proyección. Por ello, este tipo de formación basada exclusivamente en video carece, en la mayoría de las ocasiones, de los recursos formativos que la tecnología pone a nuestra disposición para fomentar el aprendizaje. Si se llevase esta práctica al extremo, sería como construir una acción formativa agrupando diversos tutoriales de YouTube, sin aplicar más técnicas didácticas, convirtiendo en pasiva una actividad cuyo mayor potencial es la interactividad.
Conociendo el perfil de los consumidores de productos en línea que es “nervioso” y “multitarea”, la experiencia nos demuestra que este tipo de video-tutoriales son muy efectivos siempre y cuando se trate de proyecciones de corta duración.
Es cierto que el videolearning es cómodo y atractivo, y se presenta como un muy buen complemento para agilizar diferentes formaciones o presentar algunos conceptos de forma visual, si bien no parece óptimo como único medio para la adquisición de las competencias, objetivo de cualquier curso, ya que carece de otros factores que potencien e incentiven la participación. En consecuencia, no parece la opción más recomendable para el desarrollo de productos formativos con una duración académica considerable.
Así pues, un buen producto e-learning debe caracterizarse por la aplicación de técnicas de interacción que fomenten la participación activa del destinatario de la formación y que permitan la inclusión de prácticas simuladas, preguntas de consolidación a lo largo de los contenidos, ejercicios, juegos, etc. y, por supuesto, y como complemento, videotutoriales disponibles.
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