Escribo este artículo mientras se acaba de anunciar, por fin, la fecha del debate de investidura, y es posible que en unas semanas tengamos ya presidente (aunque en realidad todo puede pasar, incluso que tengamos que ir a votar, de nuevo), no obstante, os traslado que llevo unos meses francamente sorprendido por la ausencia de un debate serio, que debería estar primando por encima de otros tantos que hoy en día nos ocupan. Los motivos por los que no están abordando la situación actual puede ser: bien porque no interesa, bien porque después del impacto de aquel 15 de septiembre de 2008, cuando Lehman Brothers presentó su declaración formal de quiebra, no hemos llegado a tener la sensación de que el tsunami había retirado sus aguas de nuestras playas.
Voy a recordaros las numerosas veces que nos dijimos a nosotros mismos, hace más de 10 años, que “la crisis nunca llegaría a España”, que “era un problema del capitalismo salvaje americano”, que “nuestra banca estaba saneada…”. Y todo se fue al traste. Uno no puede hacer otra cosa que recordar aquella famosa frase de Cicerón: «No saber lo que ha sucedido antes de nosotros es como ser incesantemente niños.”
Tras unos primeros párrafos dónde exhorto a comenzar a hablar de lo innombrable, voy a resaltar algunos de los titulares de este primer tercio del año: “La producción industrial se hunde un 6,2%, el peor dato desde la recesión de 2012” (El Confidencial, febrero 19); “Bruselas cree que la recesión no estará lejos si se hacen realidad los riesgos que rodean a la UE” (Europa Press, marzo 19); “Alemania comienza a destruir empleo de sus fábricas” (El Economista, abril 19).
¿Esto quiere decir que estamos en la misma situación que aquel 2008? La respuesta es rotunda: no. No nos ha dado tiempo a crear otra burbuja y eso siempre es de agradecer a la hora de abordar la problemática, por el contrario el endeudamiento a nivel mundial se encuentra en máximos históricos, tenemos las impresoras de billetes de medio mundo trabajando a 3 turnos, y los tipos de interés en mínimos históricos, el sector público ha ido agotando sus herramientas para afrontar otro envite, unido a una dinámica de políticas export-import que podemos definir como la “guerra comercial” mas intensa que se ha visto en los últimos tiempos.
Ante esta coyuntura, muy simplificada para que no os quedéis dormidos en el cuarto párrafo, el sector privado va a tener que adoptar el peso y la importancia necesaria en las soluciones que van a tener que ejecutarse.
Existen los brotes verdes, claro que existen, porque nuestras empresas, nuestros clientes, todos nuestros stakeholders, salimos de la mayor crisis de la historia fortalecidos, con la experiencia de lo vivido, y aquí es dónde nos tenemos que valorar y potenciar como empresa. La innovación y la tecnología, los pilares de Integra, son herramientas fundamentales para enfrentarnos a los nuevos retos.
En uno de los estudios de PITEC (Panel de Innovación Tecnológica), en aquel lejano 2014, se evidenció que en una empresa media y representativa de nuestro país, incrementar en un punto el gasto en innovación lleva a que las ventas anuales crezcan un 3,7% adicional. Este efecto se amplía en función de la intensidad tecnológica de la empresa. Por ejemplo, en sectores de alta tecnología el impacto lleva a ser casi el doble (7,9%). Exponiendo un ejemplo reciente, un estudio de PWC concluía que en un sector tan relevante para la economía española como es la agricultura, la tecnificación y digitalización permitirán aumentar la producción vegetal un 8,8% en 2050, el impacto acumulado hasta alcanzar esa meta dejaría un valor e 54.622 millones en las tres próximas décadas.
Estamos de nuevo ante la oportunidad que presenta cualquier recesión, y abordar el debate cuanto antes nos hará afrontarla en la “pole position”, ya que como dijo Satya Nadella a los 130.000 empleados de Microsoft en su primer correo electrónico: “Nuestra industria no respeta la tradición, solo respeta la innovación”.
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