Cuando nos hablan de Inteligencia Artificial a muchos lo primero que se nos viene a la cabeza es una imagen influenciada en gran medida por el cine. Me refiero a esas películas de ciencia ficción donde la Inteligencia Artificial juega el papel de robot que, aunque al principio nos ayuda, se acaban sublevando.
Hoy, sin embargo, escribo estas líneas para acercaros mi visión de la IA. Una herramienta que, surgiendo en nuestros días, ha venido para quedarse y que, aunque no lo sepamos, está ayudándonos en nuestra vida diaria. ¿Quieres saber cómo?
Como de costumbre, el lunes es el día de la semana que me cuesta más de la cuenta despertarme. ¿Será que el despertador siempre baja el volumen para no molestarme? Me preparo corriendo y salgo de casa, pero necesito llegar lo antes posible al trabajo. La forma más fácil de optimizar la ruta hoy por hoy es preguntándole al móvil para obtener el camino más rápido. Pero no solo eso, también le pregunto, ya que estoy, por el tiempo “Oye móvil, ¿qué tiempo hará hoy?”. Sabiendo la ruta a seguir y si tengo que coger paraguas u otra chaqueta, de camino al trabajo, me da por pensar en cómo mi móvil, ese pequeño cachivache tecnológico, ha sabido entenderme y contestarme.
Estas interacciones son aplicaciones de la IA. No obstante, esta no es la única manera en que la IA puede ayudarnos en la vida diaria. Sigamos con el lunes.
¡He conseguido llegar a tiempo al trabajo! Me dispongo a actualizar la bandeja de entrada del correo cuando veo un aviso de una reunión, que organicé yo, pero se me olvidó reservar sala. Miro los horarios de reserva de salas y están todos completos. ¿Será verdad? ¿Todo completo? ¿Qué hago? Voy camino a las salas preguntando si han visto entrar a alguien o si están ocupadas, pero nadie sabe nada. Pego el oído a la puerta y nada, no se escucha nada ¿Significará que está vacía y no la van a usar? ¿Estarán hablando bajito o callados? A este momento un poco desesperante por no encontrar sala me gusta llamarlo “las salas de Schödinger“, haciendo una analogía a la paradoja del gato de Schödinger. En mi cabeza “las salas de Schödinger“ son menos complejas que la paradoja real, aunque sí que tengo dos situaciones al mismo tiempo. La sala está al mismo tiempo ocupada y vacía, y solamente abriendo la puerta puedo saber cuál de las dos cosas es cierta, pero así me arriesgo a molestar si hay alguien dentro. Menos mal que empieza a hacer efecto el café y me acuerdo de la IA. En esta situación también es capaz de ayudarme. Gracias a modelos matemáticos es capaz de decirme con una foto extraída de la sala a tiempo real si está ocupada o no. Por suerte no lo estaba y he podido hacer mi reunión sin molestar a nadie.
Terminada mi jornada laboral, es momento de ir a descansar a casa. ¡Hay días que es mejor tener a la IA echándome un cable!
Después de cenar me pongo con el ordenador a buscar una película para terminar el día. Mis ojos se desvían hacia la sección de sugerencias. La vida tiene casualidades, pero no puede ser que me gusten casi todas las películas de la lista de sugerencias e incluso el otro día le comenté a mi compañera que quería ver una de ellas. ¿Me estarán espiando? No. La IA también sabe aprender lo que nos gusta y nos da recomendaciones en las búsquedas. Ya es como mi amiga que sabe mis intereses.
Terminado este pequeño relato (y el día) no sé si habré cambiado vuestra perspectiva sobre la IA o si la sentís más cerca que antes, pero a muchos de nosotros, como habéis visto, nos ayuda o puede ayudarnos en nuestro día a día. Sin embargo, no todo termina aquí. Cada vez se encuentran más aplicaciones que, aunque puede que no estén presentes de forma tan constante como en los ejemplos que he puesto antes, son muy importantes como son las múltiples aplicaciones en la ayuda de los diagnósticos de enfermedades.
Artículo redactado por Inés Aldea
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