Llevamos ya unos cuantos años comparando el futuro que nos contaban algunos, en forma de novela o de película, con la realidad: los avances tecnológicos, cataclismos, cambios sociales, etc. que se plantean en la ficción y los sucedidos realmente.
Es un ejercicio interesante, incluso divertido. Por ejemplo, nos acordamos que hace bien poco, un 21 de octubre de 2015, los medios de comunicación se inundaban de trabajadas comparativas sobre el mundo que visualizaron Bob Gale y Robert Zemeckis en Regreso al Futuro II (1989) y la realidad.
Artículos que captaban irremediablemente el interés desde el punto de vista tecnológico y sentimental, sobre todo, para los que éramos niños entonces y que soñábamos con monopatines voladores, zapatillas Nike que se abrochaban solas y videollamadas a través de pantallas planas. Es divertido buscar fakes (no sé si soy demasiado mayor para utilizar este término millenial, pero me hace sentir más joven) en los avances que muestran estas películas.
En definitiva, cada vez que una película futurista llega a su año, nos gusta comparar aquel futuro con lo que realmente ha pasado, generando algunas divertidas sorpresas.
Hace unas semanas, mi hijo de 9 años me preguntó: «Papá, ¿ya estamos en el futuro?» Mi respuesta no fue categórica y opté por un intrascendente: «El futuro no existe, porque cuando llega ya se convierte en presente».
Me miró con incredulidad, frunció el ceño y, como queriéndose alejar lo más rápido posible de la anterior respuesta, lanzó la siguiente: «¿Y cómo estamos llegando al futuro?».
Fue en ese momento cuando comprendí que lo interesante, trascendente y necesario es explicar cómo la tecnología está llegando a los sueños de aquellas personas que visualizaron hace décadas como iba a ser la actualidad. Me pareció buena idea ver una de estas películas futuristas con él y después, comparar e intentar explicarle cómo estamos llegando a ese hipotético futuro.
Comenzamos la búsqueda y barajé las siguientes opciones: 2001: Odisea en el Espacio, demasiado densa y compleja para mi hijo, A.I (Inteligencia Artificial), me gusta la idea, pero es un futuro demasiado amplio, Metrópolis, demasiado antigua, Terminator y 12 monos contienen demasiados cataclismos y por último, 1984, que me dio mucha pereza.
Finalmente, me decido por Blade Runner (1982), una película, ambientada en Los Ángeles de 2019 (casi, casi estamos ahí) y con ciertos elementos que se pueden explicar a un niño y, de paso, vuelvo a verla y le enseño a mi hijo una de mis películas top.
Sería demasiado ambicioso y desmedido utilizar este post para desgranar toda la película (no hay espacio y no me lo aceptarían) así que me voy directamente a las conclusiones de adulto y de niño que surgieron tras los títulos de crédito.
Conclusiones de adulto:
La realidad nos sitúa muy cerca, aunque no todavía para 2019, de desarrollar los replicantes que se muestran en Blade Runner (para los que todavía no la habéis visto, visitad ¿Qué es un replicante?) ya que, en la actualidad, disponemos de:
- Dispositivos y sensores que son capaces de capturar cientos de millones de datos.
- Comunicaciones tan potentes que son capaces de enviar estos cientos de millones de datos donde les indiquemos.
- Plataformas (en la nube y residentes en el propio dispositivo) que recogen y almacenan estos cientos millones de datos.
- Programas que analizan, interpretan y fabrican información a partir de cientos de millones de datos.
- Robots que son capaces de desarrollar movimientos cada vez más similares a los de los seres humanos.
- Ingeniería de materiales que permite fabricar robots cada vez más similares, en apariencia, a los seres humanos.
¿Y si el comienzo del camino hacia los replicantes se llama IoT (Internet Of Things) o Industria 4.0?
¿Y si el cloud donde almacenamos los millones de datos es el cerebro del replicante?
Todavía falta un tiempo para tener replicantes tal y como los describen en Blade Runner, pero también parece lógico pensar que estamos muy muy cerca.
Conclusiones de niño:
- El futuro no va a ser tan divertido: si las máquinas hacen todo el trabajo, la vida va a ser muy aburrida.
- «Por favor, no inventéis en tu empresa el teletransporte, porque los viajes son muy divertidos y no podríamos ver carreteras, barcos, montañas desde el avión » (sabias palabras).
- «¿En qué año piensas que podré pedir a los Reyes un replicante como los de la peli?».
- Su nota en Film Affinity: un 8.
Para terminar, actualizo mi torpe respuesta con la que intentaba responder a mi hijo: “Siempre y cuando tengamos presente, podremos seguir optando a tener un futuro”.
Parece que esta frase le ha gustado más.
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